Imagen del satélite GOES del 22 de julio 2008. Se observan tres tormentas tropicales: Fausto y Genevieve en el Pacífico. Dolly en el Golfo de México. Dos de ellas generadas en superficie marina tica. Es el inicio de una temporada de huracanes severos sobre Mesoamérica. Fuente NOAA. Adaptación Instituto de Costas.
La emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera por el transporte vehicular, la industria, el comercio desenfrenado, la emisión de óxidos nitrosos por las fábricas de abono, de moléculas complejas por industrias de plásticos, aerosoles, aluminio, cemento, estereofón, entre otras; todos materiales de uso común en cuya fabricación generan en la atmósfera globalizada moléculas nocivas que por miles de años alterarán el balance natural térmico. Por otro lado la voracidad de la especie humana, acaba con los bosques y áreas verdes, transformándolas en áreas blanquecinas, mediante la quema de millones de hectáreas cada año, contribuyendo a la acumulación de dióxido de carbono, o mediante la construcción de ciudades y urbanizaciones en cuyo territorios la radiación solar otrora absorbida y trasformada en génesis de vida equilibrada, ahora se refleja y agrega al calor disponible. Todo lo cual incrementa el efecto invernadero, destruye la capa de ozono que nos defiende de la radiación ultravioleta y acumula anormalmente más energía térmica en el planeta, el cual rompió su equilibrio.
Este exceso de energía tiene esencia de radiación térmica de onda larga, la cual no puede atravesar naturalmente el tejido molecular atmosférico y salir al espacio exterior. Por ello se queda atrapada en la baja atmósfera donde afecta la biosfera que comparte.
Este tiene dos grandes consecuencias sobre nuestra región. Por un lado el exceso de calor en la superficie del océano elevará el calor latente disponible, lo cual asociado a las cálidas masas de aire tropicales, intensifica la cantidad y categoría de las tormentas: por ello cada invierno será más severo en términos de la gran cantidad de lluvia en periodos cortos, lo cual unido a la carencia de planificación urbana y al uso improvisado del suelo, traerá hondas consecuencias sobre los habitantes y sus bienes inmobiliarios.
Se acentuarán los daños a la agricultura por inundación de terrenos agrícolas, pues no podrán drenar en un tiempo razonable tanta agua. Igualmente la ganadería se ve afectada por la humedad excesiva en suelos hiperhúmedos. Así cada año las inundaciones sobre las ciudades costeras como Parrita, el bajo Tempisque, Sixaola, Palmar Sur y otras, serán cosa habitual, por lo que su abandono será gradual.
La mayor frecuencia e intensidad de las tormentas, incrementará las marejadas sobre el litoral Pacífico, por lo cual el oleaje golpeará con más frecuencia las comunidades de la costa, sus puertos y las facilidades de atraque.
Por todo lo anterior, enfrentar el Cambio Climático requiere de una nueva cultura, la cual se debe ir fraguando al calor de procesos educativos e informativos que con responsabilidad social induzcan un cambio gradual en la presente generación. Los gobiernos de nuestros países tienen la obligación de atender con la mayor seriedad este panorama mundial y hacer lo propio en sus pueblos.
Una muestra de exceso de energía disponible, es bien visualizada en una serie de tres tormentas simultaneas sobre una misma región del Planeta. Típica antesala de los efectos permanentes del cambio Climático sobre zonas tropicales.
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