domingo, 20 de julio de 2008

Nueva cultura ante el cambio climático

La factura petrolera que drena los dólares de nuestro país, el costo de la super y del diesel para las empresas, han logrado que finalmente los medios de información influyentes y con ello, el hombre común, vuelva su mirada hacia la crisis energética como un fenómeno producto de la globalización. Y acepte que más allá de telenovelas, fútbol de tercera categoría y bailando por un sueño; hay una realidad que está a la vuelta de la esquina y que podría amenazar sus bolsillos en el corto plazo de forma sostenible.

No se explica al gran público que hay fenómenos de la naturaleza no naturales –inducidos por la especie humana- que han sobrepasando los límites impuestos por Gran Arquitecto a nuestro Globo, que desde mediados de los años setenta inician la degeneración planetaria y que en el siglo XXI han hecho pensar a científicos y centros de investigación en una extensión finita de la especie humana, una vida genética que no va más allá de dos o tres centenas de años. Por ello en la década de los ochentas se pasó de la aventura espacial al monitoreo terrestre; y los satélites desde entonces miran hacia abajo, auscultando nuestro planeta y tomando el pulso de un ser que se queja por nuestra conducta irresponsable. Tal es el significado de fondo del premio nobel de la paz a un grupo de personas que nos alertan sobre la seriedad del cambio planetario.

La emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera por el transporte vehicular, la industria, el comercio desenfrenado, la emisión de óxidos nitrosos por las fábricas de abono, de moléculas complejas por industrias de plásticos, aerosoles, aluminio, cemento, estereofón, entre otras; todos materiales de uso común en cuya fabricación generan en la atmósfera globalizada moléculas nocivas que por miles de años alterarán el balance natural térmico. Por otro lado la voracidad de la especie humana, acaba con los bosques y áreas verdes, transformándolas en áreas blanquecinas, mediante la quema de millones de hectáreas cada año, contribuyendo a la acumulación de dióxido de carbono, o mediante la construcción de ciudades y urbanizaciones en cuyo territorios la radiación solar otrora absorbida y trasformada en génesis de vida equilibrada, ahora se refleja y agrega al calor disponible. Todo lo cual incrementa el efecto invernadero, destruye la capa de ozono que nos defiende de la radiación ultravioleta y acumula anormalmente más energía térmica en el planeta, el cual rompió su equilibrio.

Este exceso de energía tiene esencia de radiación térmica de onda larga, la cual no puede atravesar naturalmente el tejido molecular atmosférico y salir al espacio exterior. Por ello se queda atrapada en la baja atmósfera donde afecta la biosfera que comparte.

El destino de buena parte de esta energía sobrante y de la mayoría de las partículas contaminantes es quedar atrapadas en la superficie del océano, como resultado de cubrir este un 72% de la cara del Ecosistema. Aquí son absorbidas y remitidas al fondo del mar por el sistema de corrientes marinas. Gracias a ello, después de 35 años de haber roto el equilibrio planetario, recién se empiezan a sentir las consecuencias de una conducta irresponsable.

Pero el ciclo natural de los océanos sigue su marcha y entre los años 2020 y el 2030 las profundas corrientes marinas que han tragado estos materiales y el exceso de calor, emergerán a la superficie y unirán los excesos de los ochentas a los de esa época, iniciando un proceso de rápido cambio climático de graves consecuencias para los seres vivos del planeta. Por ello disponemos solo de una década para cambiar nuestra conducta energética y de consumo, pues de lo contrario nuestros hijos heredaran un mundo poco agradable.

El aumento en la producción de bienes de consumo popular, la aceleración de las economías asiáticas y el incremento geométrico de la población son factores extraordinarios que se unen a la energía liberada en numerosos procesos para dar confort a la especie humana produciendo el llamado calentamiento global. Este tiene dos grandes consecuencias sobre nuestra región. Por un lado el exceso de calor en la superficie del océano elevará el calor latente disponible, lo cual asociado a las cálidas masas de aire tropicales, intensifica la cantidad y categoría de las tormentas: por ello cada invierno será más severo en términos de la gran cantidad de lluvia en periodos cortos, lo cual unido a la carencia de planificación urbana y al uso improvisado del suelo, traerá hondas consecuencias sobre los habitantes y sus bienes inmobiliarios.

Se acentuarán los daños a la agricultura por inundación de terrenos agrícolas, pues no podrán drenar en un tiempo razonable tanta agua. Igualmente la ganadería se ve afectada por la humedad excesiva en suelos hiperhúmedos. Así cada año las inundaciones sobre las ciudades costeras como Parrita, el bajo Tempisque, Sixaola, Palmar Sur y otras, serán cosa habitual, por lo que su abandono será gradual.

Por otro, el calentamiento elevará más la temperatura en la superficie de la Tierra, acelerando el deshielo polar y la variación de las características ambientales de los ecosistemas marinos y continentales –humedad, temperatura, salinidad, radiación solar- se saldrá de las normas establecidas en millones de años. Ello en términos prácticos tiene varias consecuencias:

· Los estuarios son las aéreas más productivas de la costa y de donde sale el 70% de los productos marinos que se consume en Costa Rica. Ellos disminuirán su producción de mariscos y peces, pues además de variar su temperatura, crecerá la escorrentía y la descarga aperiódica de sus afluentes. Descargas que además llevarán consigo mayor cantidad de agroquímicos en virtud del ímpetu en su génesis

· Como consecuencia del deshielo polar y continental, así como del aumento de temperatura oceánica, el agua marina aumentará de volumen, inundando ciudades costeras, reduciendo el ancho de playas e impulsando el agua salobre tierra adentro en manglares y desembocaduras de ríos. Este fenómeno ya es evidente en Parrita y Santa Cruz –pacífico central y norte de Costa Rica- y en el Golfo de Fonseca – tanto en el litoral de Honduras (Cedeño) como en El Salvador (El Tamarindo).

· La mayor frecuencia e intensidad de las tormentas, incrementará las marejadas sobre el litoral Pacífico, por lo cual el oleaje golpeará con más frecuencia las comunidades de la costa, sus puertos y las facilidades de atraque.

· La intensificación de El Niño y La Niña constituyen una de las primeras manifestaciones del Calentamiento Global. Son mecanismos por los cuales el exceso de energía en zonas tropicales se redistribuye en el planeta. Verano más secos y largos, precipitaciones excesivas en el Caribe, son consecuencias de El Niño sobre América Central. Severas precipitaciones en el litoral del Pacifico y relativas sequias en el Caribe, caracterizan la Niña. Estos fenómenos hasta 1990 tenían una frecuencia de 6-9 años, y en el nuevo siglo los percibiremos cada 2-3 años. Pero lo más nocivo es el estrés a que se someten los seres vivos en los ecosistemas al ser cada día más frecuentes estas situaciones anómalas.

Por todo lo anterior, enfrentar el Cambio Climático requiere de una nueva cultura, la cual se debe ir fraguando al calor de procesos educativos e informativos que con responsabilidad social induzcan un cambio gradual en la presente generación. Los gobiernos de nuestros países tienen la obligación de atender con la mayor seriedad este panorama mundial y hacer lo propio en sus pueblos.

Nueva cultura energética

Tenernos la obligación de reducir a un mínimo la dependencia de combustibles hidrocarburados: contaminan el planeta y compiten con usos de mayor beneficio para la humanidad del mismo petróleo: medicamentos, fibras, ceras, tuberías, techos, canoas, envases especiales, entre otros. Para beneficio de todos, su alto precio hoy vuelve rentable el uso de nuevas alternativas en las cuales la región es competitiva.

La generación hidroeléctrica es altamente rentable y no contaminante, bien cuando se genera en caudales de ríos o en caudales marinos, tal como el Golfo de Nicoya o el Golfo de Fonseca. Con esta fuente resolvemos el 70% del problema vial, electrificando las carreteras, propiciando el uso colectivo de trenes con alta eficiencia en todas direcciones y ciudades del país.

Y hablamos de una nueva cultura, pues así como dependemos de la red pública para cocinar, igual debemos adaptarnos al transporte eléctrico colectivo y olvidarnos del transporte individual, restringiéndolo a los autos eléctricos o a la bicicleta para corta distancia. Ello exige transformar las vías públicas y planificar seriamente y con claridad de metas, dando un plazo de unos 10 años a las empresas y consumidores, por exigencia ética, para transformar gradualmente sus hábitos de vida y horarios de trabajo en aras del mejor propósito: la continuidad de la especie humana.

Tenemos otras fuentes promisorias que deben ser parte de la solución energética. La energía geotérmica de bajo impacto ambiental, es una alternativa que ya produce el 15% de la generación eléctrica. La energía eólica 100% limpia, la extraemos solo en la cordillera de Guanacaste, pero podría extenderse su extracción a otros pasos de montaña y sobre áreas marinas.

La energía solar ha demostrado en 30 años de experiencia nacional ser competitiva en el calentamiento de agua en procesos industriales y domésticos, donde los 50-70 grados centígrados son ideales. Ello reduce notoriamente la factura mensual. Por su lado la cocción solar en las soleadas llanuras del Pacifico o en las altas montañas de la Cordillera Central, son viables en la vida cotidiana.

Los biodigestores constituyen una excelente y fácil alternativa en fincas y comunidades donde se produzca estiércol de toda índole.

Las comunidades costeras tienen a su alcance el vaivén infinito de las olas y el diferencial térmico de los cañones submarinos allende sus costas, para establecer plantas de pequeña potencia, suficientes para llenar las necesidades de baja densidad en aquellas comunidades.

Y dejaremos a 50 años plazo la posibilidad de extraer con nuevas tecnologías los hidratos de metano y el gas natural de nuestros vastos océanos, con un potencial energético para más de 300 años.

Consumo responsable

Una parte importante de la solución y contribución a la salud global, es disminuir la producción de contaminantes de larga vida e impacto pues el precio ambiental es tan alto para nuestro planeta que amenaza la vida de generaciones futuras. Es nuestro deber cambiar los hábitos de consumo, pues como el último eslabón de esta cadena, somos el elemento más importante del proceso productivo. Por ello con poner en vigencia viejos hábitos como utilizar bolsas de tela, cajas de cartón, botellas de vidrio, platos y cucharas de losa o metal, abonos, alimentos e insecticidas orgánicos; estamos prolongando la vida del planeta –nuestro hogar- y la expectativa de una existencia digna para quienes hereden nuestro único mundo. Cuando vayamos a la pulpe o al súper, demos nuestro favor a empresas que ofrezcan papel, o vidrio, o cartón, o cuero, o madera en vez de materiales no biodegradables tales como el estereofón, el plástico o el tetrabrik.

Planificación responsable

El gobierno en general y los municipios en particular, deben ejecutar medidas que se fundamenten en políticas claras que aseguren una buena calidad de vida para los costarricenses de todas las clases sociales.

Sector urbano. Las construcciones y las urbanizaciones en general, deben reducir a un mínimo la reflexión solar y a un máximo la cobertura verde boscosa en sus alrededores, incluyendo la disminución de la escorrentía en caños y canoas. Ello atenúa el calor irradiado y la erosión de suelos, las inundaciones urbanas, la pérdida de agua potable en mantos acuíferos, la inundación costera y el arrastre masivo de contaminantes en quebradas y ríos.

Sector costero. Se debe garantizar a las generaciones futuras el derecho al disfrute de nuestras costas. Por ello debe agregarse a la Zona Marítimo Terrestre una región de tolerancia que depende de la vulnerabilidad local del ecosistema marino costero al Cambio Climático. Por ejemplo impedir la construcción de concreto a menos de 500m de las pleamares, de manglares y de humedales, e igualmente las construcciones permanentes en playas con pendiente baja y terrenos aledaños con humedales.

En general, la solución es viable; pero requiere de un genuino liderazgo del Estado y sus instituciones, de credibilidad pública y de campañas de educación congruentes con acciones responsables de los gobernantes y los gobernados.

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